Presupuesto Municipal Participativo: Muerte y resurrección de una experiencia comunitaria -




POR: MIGUEL ANGEL CID
PMP fue la primera sigla con la que los villagonzalences abreviaron el concepto de Presupuesto Municipal Participativo en el año 1999. Aún no se conocía la experiencia del Partido de los Trabajadores (PT) en Porto Alegre, Estado de Rio Grande  do Sul, Brasil, iniciada en el año de 1989, diez años antes que la de Villa González. Eran los tiempos de la construcción de una experiencia forjada al fragor de la dinámica comunitaria auténtica. Es verdad que varias agencias de cooperación internacional financiaban el proceso de intervención, pero también es cierto que la iniciativa del PMP cobró popularidad a partir del año 2000, indicador de que aún no revestía gran interés para los organismos internacionales de cooperación.
Desde sus inicios el PMP estuvo amenazado por los intereses de la política partidaria y la ambición mezquina de las autoridades de turno y “sesudos” líderes que pretenden convertir todo asomo de movilización auténtica y creativa de las comunidades en un traje a su medida. Esos que cuando miran a una persona, lo que ven es un voto. ¡Imagínense cuando ven una comunidad reunida!
Las intenciones interesadas de la cooperación llegaron más tarde, digamos que avanzado el año 2000, cuando ya se visualizaba con claridad el éxito creciente del PMP en Villa González. Si se quiere, puede pensarse que estos eran tiempos en que cada agencia de cooperación buscaba con ansiedad ser parte de una iniciativa relevante, que le justificara su “razón de ser”. “Ser” que se traducía en presupuesto. Presupuesto que irónicamente lo aportaría el Presupuesto Municipal Participativo.
Ahora bien, hay que apuntar que esta “razón de ser” no le toca a cualquiera, por el solo hecho de ser una entidad de cooperación y donar recursos. Nada de eso, al final, será de quien la atrape primero. Lo dice el refrán: “El pez no es de quien lo ve, sino de quien lo coge”. Entonces hay que tejer la red.
Ponerle sello al PMP implicaba, sin lugar a dudas, crear la marca y como no hay marca sin clientes, ni clientes sin competencia, se creó Burende como marca competidora. Teniendo como empresa terciaria el Ayuntamiento de la ciudad de La Vega, a la sazón, presidido por el Ing. Fausto Ruiz, quien además encabezaba la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU), Burende contaba con el acompañamiento de los “técnicos” de la Unidad de Micro-planificación de Pro-Comunidad y algún que otro actor local con salario de promotor e ínfulas de técnico experto.
Los tejedores continuaron su trabajo, cruzando y atando hilos apareció Constanza, Jima Abajo, Fantino y alguna que otra sección rural o barrio urbano de la Olímpica ciudad de La Vega.
El crecimiento acelerado de la marca-PP, denominación asumida como auto receta de la experiencia brasileña (En Porto Alegre el proceso es llamado Presupuesto Participativo [PP]), incentivada con las promesas propagandistas de cuarenta millones de euros para financiar obras que fueran producto de exigencias surgidas en las asambleas consultivas del PP; consolidar la marca-PP requería la creación de una burocracia nacional. Esta “necesidad sentida” se expresó en la constitución de la Unidad Nacional de Presupuesto Participativo, esta, a su vez, alumbro la Red Nacional de Facilitadores del PP, amparada en CONARE y la federación de alcaldes, FEDOMU, la misma que dice ser de municipios.