La gente suele entender que un licenciado en derecho y un abogado son la misma cosa. Esta es una confusión que no sólo afecta la reputación de la clase jurídica, pues las personas asocian a cualquier “juan de los palotes” con la profesión de abogado, sino que también lleva a muchos clientes a contratar personas con muy buenas intenciones, pero sin la capacidad para resolver los asuntos legales puestos a su cargo.
Hoy te voy a contar unas pautas que pueden ser sencillas, pero que pueden servirte para evitar decisiones erradas, tanto a la hora de contratar un abogado, como para que quien es abogado esté más claro a la hora de decidir de a qué dedicarse.
“Todos los abogados son licenciados en derecho, pero no todos los licenciados en derecho son abogados”
Obtener un título universitario de “Licenciado en Derecho” que te autoriza a ejercer la profesión de “Abogado”, no es suficiente para ser denominado como tal, pues como su nombre lo indica solo acabas de obtener la licencia para ejercer dicha profesión. Ángel Osorio en El Alma de la Toga, lo expresó de la manera siguiente: “La Abogacía no es una consagración académica, sino una concreción profesional”. Por consiguiente, la práctica permanente del derecho es lo que hace a un licenciado en derecho ganarse el título de abogado, no te dejes confundir.
Pero también hay áreas que tradicionalmente fueron manejadas por abogados, y por su sencillez, hoy han sido “invadidas” por personas que no son ni licenciados en derecho, tales como: administración de propiedades, cobros persuasivos, constitución de empresas, traspaso de vehículos e inmuebles, gestión de actos del estado civil, etc…
Quienes desarrollan un expertise por la práctica que a veces no conocen ni los abogados.
Especialidad académica versus especialidad práctica
Hoy por hoy, los estudiantes de derecho, tan pronto reciben el título de grado, se inscriben en una maestría, con el supuesto objetivo de ser más competentes en el mercado, ésto sin antes contar con alguna experiencia que les permita afianzar los conocimientos adquiridos en la universidad, identificar el área de práctica que más les apasiona o probar el mercado laboral.
Por tanto, es cada día más común encontrar abogados que cuentan con un estudio de postgrado en el papel, pero en la práctica son expertos en una área totalmente distinta a la a indicada por su título académico. Incluso, juristas de renombre que se pasaron años estudiando y ejerciendo, por años, una área de práctica que les representaba la mayor cantidad de ingresos económicos, y luego se dedican a lo que realmente les apasiona y se convierten en referencia obligada en asuntos de esa temática, aunque no cuentan con ninguna acreditación de una institución académica que les sustente ese conocimiento.
Jim Rohn lo dijo de esta manera: “la educación académica te servirá para ganarte la vida, pero la autoeducación te hará exitoso”.
Las grandes Firmas las dirigen los grandes lideres no los grandes abogados
Puede parecer contradictorio, pero debes tomar en cuenta que los principios de éxito son similares sin importar el área en que se pongan en práctica. Convertirse en un excelente técnico o teórico del derecho es suficiente si quieres ser un funcionario público o un profesional promedio, pero no te asegura ser exitoso en tu carrera. Es el caso de muchas personas que lograron todos sus títulos académicos con grandes honores y son capaces de estudiar e instrumentar la estrategia de un caso, de una manera exquisita.
Mas al momento de ejecutar los asuntos propios de la gestión de su propio despacho o gestionar su marca personal, carecen de la actitud y habilidades requerida para emprender: no son buenos para construir relaciones con clientes y funcionarios judiciales, no tienen capacidad de liderazgo o trabajo en equipo, observan los asuntos comerciales con desdén o simplemente no manejan el tema financiero, de forma que terminan trabajando para alguien que que se ha dedicado a fortalecer las referidas habilidades y al final éste último es quien se lleva todo el crédito por el trabajo realizado, además de los mayores beneficios económicos.
En mi experiencia, la inteligencia emocional y la inteligencia social son tan importantes al momento de escoger un abogado como los conocimientos técnicos que éste puede demostrar, pues hay abogados que no son científicos del derecho, pero las personas los conocen como abogados exitosos, pues tienen las relaciones, los amigos o colaboradores que les permiten obtener su objetivo: resolver. Y lo logran. Y de la misma manera te encuentras con abogados que son expertos en derecho, pero por pereza, mala actitud, corrupción del sistema o (si eres supersticioso) mala suerte, casi no tienen clientes o los pocos que tienen no se llevan la mejor experiencia de su trabajo.
Mi abuela siempre decía que es mejor caer en gracia que ser gracioso.
Por último, a la hora de elegir un abogado, debes analizar lo siguiente: si es un asunto sencillo, puedes contratar alguien de confianza que te cobre un precio razonable; si es un asunto complejo, trata de contratar un profesional con experiencia en el tema, y con influencia, para que el asunto sea atendido con justicia. También, puedes evaluar contratar un buen técnico para el trabajo de campo y una persona con influencia para que sea la imagen del expediente.