Miguel Guerrero....: En lo que se ha convertido en un ejercicio recurrente, cada cierto tiempo las autoridades acaparan los titulares con la letanía de un crecimiento económico por encima del resto del hemisferio, pero el efecto somnífero que una vez tuvo ya no duerme las inquietudes colectivas y la realidad tiene ya más peso en el ánimo de la gente. Para buena parte de la población, el manejo de estos números por el gobierno no significa mucho. En los últimos cincuenta años, el país ha registrado constantes incrementos del producto interno bruto, sin que ello produjera cambios importantes en los niveles de vida de esa mayoría.
Por el contrario, más dominicanos se encuentran atrapados en la pobreza, sin posibilidad alguna de mejorar sus expectativas. La calidad de la educación ha descendido y los servicios hospitalarios constituyen una vergüenza nacional. El gobierno y sectores que impulsaron con entusiasmo las más recientes cargas impositivas, vendieron la idea de que tendrían un efecto neutro sobre los precios internos. También promovieron la ilusión de que las tasas de inflación serán iguales o menores que las registradas hasta entonces.
El caso es que la inflación se calcula aquí sobre la base de una canasta muy selectiva que excluye la electricidad, los combustibles, el transporte, la educación, variables estas que, de ser incluidas junto a otras, elevarían la inflación por encima de lo imaginable, con el perdón de aquellos que creen que los dominicanos sólo tienen derecho a magras raciones de alimentos diarios. Con todo y que la política económica ha preservado la estabilidad de la tasa cambiaria, la situación sigue siendo precaria para una buena parte de la población. Los consumidores estamos pagando el costo de la prosperidad virtual que resulta de la ilusión oficial del crecimiento de la economía y la gula fiscal, en la vecindad de un año electoral.